Roedor de tamaño relativamente grande. Pelaje poco denso (C. f. robustus) y pelos más bien firmes. Su color, muy uniforme, es semejante a la arena amarilla del desierto de Tarapacá, su hábitat. Cola corta, bicolor. Ojos relativamente grandes. Orejas pequeñas. Posee un repliegue cutáneo-cartilaginoso que cierra completamente las fosas nasales al cavar. Grandes garras en los miembros anteriores y posteriores. Posee incisivos anchos y firmes, fuerte musculatura masticadora, longitud reducida por acortamiento de las vértebras cervicales, gran desarrollo de los músculos que participan en el acto de cavar (e.g. deltoídeo), cinco dedos largos con poderosas garras con una falange supernumeraria (cojinete palmar móvil por musculatura propia) y cepillo de cerdas tiesas en los bordes manuales para remover arena (Mann 1945). Una hembra lactante (C. f. robustus) capturada en Las Canchones pesaba 401 gr y medía LT 307 cm y LC 95 cm. (Pine et al. 1997).
Roedor de vida subterránea, construye sus galerías en terrenos secos y bien drenados, siempre en función de la vegetación que compone su dieta, removiendo la tierra hacia atrás con la ayuda de sus patas traseras, característica muy rara entre los roedores fosoriales, gracias al fuerte desarrollo de la musculatura de la cola que le permite actuar como trípode en conjunto con las patas delanteras. Un amplio boquerón generalmente ubicado entre la vegetación densa da entrada a las galerías (Redford & Eisenberg 1992), las que presentan una adecuada regulación térmica con fluctuaciones diarias al interior de 6º C (Rosenman 1959). La termoregulación depende de la termogénesis, por lo que presenta una actividad epigea diurna bimodal tanto en invierno como en verano, restringida a cortos periodos en que la temperatura ambiente exterior es fría o moderada (Cortés et al. 2000). |