Es de tamaño grande (longitud hocico-cloaca = 92 ± 8 mm), la cola es moderadamente robusta y alcanza una vez y media la longitud del cuerpo (Demangel 2016). Cabeza triangular y hocico romo. El cuello presenta un pliegue laterocervical desarrollado que le otorga un ancho mayor que la cabeza. Las extremidades son cortas y macizas (Pincheira-Donoso y Núñez 2005). En el dorso las escamas son grandes, redondeadas y de superficie lisa, están dispuestas en forma subimbricada y presentan algunos heteronotos en los intersticios, que aumentan hacia los flancos. Las escamas del vientre son redondeadas, lisas y e imbricadas, sin heternotos. Hay de 43 a 64 escamas alrededor de la zona media del cuerpo (Donoso-Barros 1966, Demangel 2016). Los machos exhiben cinco a nueve poros precloacales, algunas hembras también presentan estos poros, aunque en menor cantidad y menos diferenciados. El tono general del cuerpo es grisáceo, pardusco o amarillento, y algunos ejemplares presentan zonas manchadas de verde, azul o anaranjado (Demangel 2016). La cabeza es más oscura que el resto del cuerpo. Las escamas del dorso presentan en su base una mancha negruzca dando la impresión de que tuviera la “piel negra”, estas manchas pueden abarcar también sus márgenes determinando, en ocasiones, un patrón de bandas transversales (Pincheira-Donoso y Núñez 2005, Demangel 2016, Mella 2017). Algunos animales tienen intensa reticulación negra en el dorso. La coloración del vientre es muy variable, existiendo ejemplares con vientre blanquecino, amarillento, negro, verde o combinaciones de estos (Demangel 2016).
Nota taxonómica:
Boulenger (1891) describió a Ctenoblepharis jamesi y desde entonces el taxón ha vuelto a ser descrito con otros nombres, ha cambiado de género y ha recibido distintos nombres específicos y subespecíficos. Veloso et al. (1982) describen a Liolaemus aymararum y realizan una diagnosis respecto a L. jamesi en base al patrón de coloración, lo cual no ha sido aceptado por algunos autores (Pincheira-Donoso y Núñez 2005, Lobo et al. 2010, Demangel 2016, Mella 2017), aunque otros autores sí reconocen el taxón a nivel subespecífico (Laurent 1992, Núñez y Jaksic 1992, Laurent 1995, Etheridge y Espinoza 2000).
En la actualidad hay consenso sobre el uso de Liolaemus jamesi como nombre específico y existen algunas dudas sobre si el nombre subespecífico Liolaemus jamesi aymararum debe o no considerarse como un taxón válido. |