Desde su introducción en Chile, en especial en la zona central del país, el conejo ha generado un profundo cambio en la distribución espacial de hierbas nativas probablemente favoreciendo o facilitando el éxito de malezas como también una grave alteración a la sucesión del matorral nativo (Jaksic & Fuentes 1980, Jaksic & Soriguer 1981, Simonetti & Fuentes 1983, Fuentes et al. 1983, Jaksic & Fuentes 1988, Fernández & Sáiz 2007, Camus et al. 2008, Castro et al. 2008). Asimismo, se reportan daños sobre cultivos, frutales y plantaciones forestales (Camus et al 2014). A modo de ejemplo, se pueden mencionar casos específicos como el impacto negativo sobre la regeneración natural de Cryptocarya alba (Benedetti 2012) o bien la severa herbivoría sobre Convolvulus chilensis, una hierba perenne, endémica de Chile (Suarez et al. 2004). Erosiona el suelo por el exceso de talaje de la cubierta herbácea y la construcción de madrigueras (Sáiz & Ojeda 1988).
En un estudio en la Reserva Nacional Las Chinchillas en la región de Coquimbo Chile, se determinó que el 38% de los conejos silvestres era portador del parasito Trypanosoma cruzi, agente etiológico de una zoonosis, la enfermedad de Chagas, y por tanto puede jugar un importante rol epidemiológico en el ciclo de esta enfermedad (Botto-Mahan et al. 2009).
En términos de impactos positivos, el conejo es una especie cinegética (Fuentes & Jayek 1979, Fuentes & Simonetti 1982) ya que tiene importancia económica en la subsistencia de muchas familias rurales de la zona Central de Chile (Isla-Poblete & Katunaric-Nuñez 2006). Se ha visto que en zonas de Chile Central, existe consumo de conejo, con marcada temporalidad de caza y en distintas cantidades por localidad (Isla-Poblete & Katunaric-Nuñez 2006). |